Annie y Damien caminaban en silencio, los sonidos del pueblo se desvanecían gradualmente a medida que se aventuraban más lejos de las calles bulliciosas y hacia las tranquilas afueras. Los árboles se hacían más espesos, ofreciéndoles un lugar aislado lejos de ojos y oídos curiosos. Era exactamente lo que Annie necesitaba: privacidad.
La inquietud de Damien se volvía palpable. No podía permanecer en silencio por mucho tiempo.
—Así que dime qué has estado haciendo. Quiero saber todo —dijo, su voz cortando el silencio.
Annie mantenía su mirada hacia adelante, su rostro una máscara cuidadosa de indiferencia. —Solo he estado trabajando —respondió secamente.
—¿Solo trabajando? —repitió él, su tono teñido de incredulidad—. ¿Eso es todo? ¿Eso es todo lo que tienes que decir después de todo este tiempo?
Annie suspiró internamente. Sabía hacia dónde se dirigía esto. Se había estado preparando para ello desde que él había reaparecido en su vida.