Una de las principales características del sistema Nagios era la capacidad de mostrar el estado personal de Ian en un panel holográfico que flotaba frente a él. Aquí podía ver su nivel de energía, sus habilidades, y cualquier progreso en tiempo real.
Los demás usuarios también podían acceder a su propio panel personal, pero ninguno podía ver el de otro, a menos que esa persona lo permitiera.
La tienda de Nagios estaba equipada con pociones, técnicas, y una vasta gama de recursos que podían comprarse cambiando núcleos o tesoros por puntosenergéticos. Una vez realizada la compra, el artículo aparecería en manos del usuario de manera inmediata, sin necesidad de esperar.
Nagios también ofrecía un chat mundial y privado, y un modo streamer permitiendo a los usuarios comunicarse entre sí. Las conversaciones podían fluir entre grupos o de manera individual, pero Ian tenía el control total sobre las comunicaciones. Podía escuchar, filtrar, e incluso intervenir en los mensajes si lo deseaba.
Cada vez que Ian hacía un cambio o adquiría un nuevo recurso, la visualización en Nagios se actualizaba al instante. Esto también aplicaba a los usuarios, quienes podían ver cualquier actualización o adquisición reflejada inmediatamente en su panel personal.
El sistema (Nagios)era capaz de organizar y catalogar todos los recursos que Ian había acumulado. Desde técnicas de cultivo hasta armas y pociones, todo estaba perfectamente almacenado y disponible para ser utilizado con un simple pensamiento. Los usuarios también podían acceder a sus propios recursos, pero solo aquellos permitidos por Ian.
Aunque todos los usuarios podían aprovecharse de las funcionalidades de Nagios, Ian seguía siendo el único dueño.
Con el cristal que guarda los métodos de cultivo como fuente de energía, Nagios funcionaba a plena capacidad. Ian no solo tenía acceso a sus habilidades y técnicas, sino que había creado un mundo donde cualquiera que utilizara el sistema lo hacía bajo su control. Era como tener el destino de todos en sus manos, sin que nadie lo supiera.
A pesar de esto, Ian no se detendría. Todavía le quedaban 107 millones de puntos energéticos, y la ambición de alcanzar alturas aún mayores seguía ardiendo en su interior.
Con la mente todavía zumbando por las posibilidades, su impulso fue hacer una inversión monumental. No quería que los humanos comunes entraran al infierno interdimensional directamente como antes, pues sería un suicidio para la mayoría. En su lugar, tenía una idea brillante: crear una estructura que los preparara y los fortaleciera antes de que siquiera pudieran pensar en poner un pie en ese temible lugar.
Necesito algo grande, algo que transforme el futuro de los humanos pensó Ian, y el sistema, como siempre, reaccionó a sus pensamientos de inmediato.
Ian visualizó la torre en su mente, y el Sistema del Rey del Infierno comenzó a darle forma. La estructura debía ser lo suficientemente resistente como para soportar cualquier ataque, incluso los más avanzados que la tecnología de la Tierra pudiera producir. Ian no quería que esta torre fuera simplemente un lugar para entrenar; sería un bastión, una fortaleza que solo los más fuertes podrían conquistar.
Cada uno de los 100 pisos de la torre sería un sub plano independiente, lleno de energía mágica y espiritual que sería canalizada directamente desde el infierno interdimensional. Esta energía permitiría que los monstruos y desafíos de cada nivel se regeneraran constantemente, manteniendo la torre siempre activa y llena de vida (o más bien, de muerte, considerando los tipos de criaturas que la habitarían).
Los monstruos dentro de la torre estarían clasificados en niveles, desde el nivel 1 hasta el nivel 3, con cada nivel dividido. La torre garantizaría que, cuanto más alto subieran los aventureros, más poderosos serían los monstruos, con habilidades y estrategias cada vez más complejas.
Además, la torre aseguraba que, además de monstruos, tesoros y minerales de bajo nivel aparecerían aleatoriamente en los pisos. Estos objetos, aunque modestos al principio, serían cruciales para ayudar a los aventureros a crecer en poder y habilidad mientras ascendían.
Para avanzar de un piso a otro pensó Ian, tendrán que derrotar a un jefe aleatorio.
El sistema implementó este concepto a la perfección. En cada piso, un jefe único aparecería de manera impredecible, lo que obligaría a los aventureros a estar siempre en guardia. Derrotar a estos jefes abriría un portalque permitiría avanzar al siguiente piso.
Aunque la torre sería un desafío en sí misma, Ian sabía que su verdadero objetivo era llevar a los humanos al infierno interdimensional. Al llegar al piso 100 y derrotar al jefe final, un portal permanente se abriría, permitiendo el acceso directo al infierno
sin necesidad de volver a pasar por la torre.
Una vez que alcancen este punto, habrán demostrado que son dignos pensó Ian. Pero no será fácil.
El sistema estableció la torre de tal forma que, incluso después de desbloquear el portal al infierno interdimensional, los humanos podrían seguir accediendo a la torre para entrenar y fortalecerse. Los tesoros, minerales y monstruos seguirían apareciendo gracias a la energía mágica y espiritual que fluiría continuamente desde el infierno a través del portal de la torre.
Pero Ian no solo quería que la torre fuera un simple entrenamiento para los aventureros. Quería algo más grande, algo que afectara al mundo entero. Por eso, decidió que la torre no solo absorvería energía del infierno, sino que también permitiría que el exceso de energía mágica y espiritual fluyera hacia la Tierra.
Este exceso de energía aumentaría la cantidad de energía disponible en el planeta, acelerando su recuperación natural y fortaleciendo a los humanos que aún no hubieran entrado en la torre. Con el tiempo, la energía mágica de la Tierra sería tan abundante que los humanos comenzarían a evolucionar y volverse más poderosos de manera natural, sin necesidad de esperar miles de años para desarrollar sus capacidades mágicas.
Esta es la clave para la evolución de la Tierra murmuró Ian, completamente inmerso en su plan.
El sistema le dio el precio final: 101 millones de puntos energéticos. Una suma colosal, pero no inesperada.
Ian observó la cifra sin inmutarse. Sabía que estaba pidiendo algo monumental. Una torre indestructible, con cien pisos, capaz de regenerarse y crear un ecosistema completo, además de abrir un portal permanente al infierno interdimensional para absorber y mejorar la energía del planeta entero. Todo esto no podía ser barato.
Ian se mantuvo en calma mientras revisaba los puntos energéticos que tenía disponibles. Sabía que sus expectativas eran altas y que probablemente no tendría lo suficiente para cubrir todas sus necesidades, pero, para su sorpresa, le sobraron algunos puntos al comprar la torre. Satisfecho con el resultado, decidió que era el momento perfecto para invertir en aumentar su espacio de almacenamiento, ya que su arsenal de objetos y recursos comenzaba a desbordarse.
Accedió al sistema y compró un millón de puntos energéticos en metros adicionales para su almacenamiento. Este espacio extra sería esencial para guardar objetos clave, como el cristal que contenía los métodos de cultivo avanzados, y el sistema de monitoreo (Nagios) que había adquirido. Con su almacenamiento asegurado, ahora Ian podía enfocarse en el siguiente paso de su plan.
Lo último que necesitaba era un método vinculante del alma. Este método sería crucial, ya que permitiría que cualquier criatura o entidad que aceptara su sistema quedara ligada a él y a la Tierra de manera irrompible. Bajo este pacto, no podrían traicionar ni a la Tierra ni a Ian, asegurando una lealtad incuestionable.
El sistema desplegó una lista de opciones, cada una más poderosa que la anterior. Sin embargo, la opción más económica seguía siendo costosa: diez millones de puntos energéticos. Ian sabía que no tenía suficientes puntos para cubrir ese costo en ese momento, pero no estaba dispuesto a detener su avance.
Con decisión, comenzó a vender parte de sus cristales de mejora y algunos de los núcleos energéticos que le quedaban. Estos recursos eran valiosos, pero su plan a largo plazo requería tomar riesgos ahora para garantizar su éxito en el futuro.
Cuando la compra se completó, Ian revisó sus recursos restantes. No le quedaba nada, había agotado completamente sus puntos energéticos, pero sentía una profunda satisfacción. Había sacrificado mucho, pero a cambio, había dado un paso monumental hacia la implementación de su plan maestro. Ahora, con el método en sus manos, estaba un paso más cerca de consolidar el control absoluto sobre su reino y las criaturas que lo habitaban.
Ian sacó el sistema Nagios recién adquirido y, con un gesto preciso, lo conectó al cristal que contenía los métodos de cultivo. Su intención era clara: transformar este conjunto de conocimientos y herramientas en un sistema avanzado, similar a un videojuego, que facilitaría el acceso y control sobre los recursos y las técnicas que planeaba distribuir.