Una vez dentro, Ian invocó a Tarek, su fiel compañero, quien apareció con un ligero destello de energía.
"Tarek," dijo Ian con seriedad, "es hora de ver todo lo que hemos conseguido hasta ahora."
Ian se sentía satisfecho con lo que había acumulado hasta ahora. Sabía que había llegado el momento de capitalizar sus esfuerzos. Con Tarek a su lado, invocó de su espacio de almacenamiento los cristales de mejora de nivel supremo. Estos eran especialmente raros, y aunque no tenía un uso inmediato para todos, consideraba que eran demasiado valiosos para venderlos todos de una vez.
"Podemos quedarnos con una parte de estos," le explicó a Tarek mientras observaba los cristales brillando suavemente, "nos serán útiles en futuras mejoras de armas y objetos."
Tarek asintió, entendiendo la lógica de su maestro.
Ian se dirigió al sistema, pidiéndole un análisis de lo que tenía. El sistema respondió con precisión: "Tienes 130 kilogramos de cristales de mejora de nivel supremo. Cada kilogramo se puede vender por 200 mil puntos energéticos."
Ian reflexionó un momento y luego dijo: "Intercambia 100 kilogramos."
El sistema procesó la transacción, y en un instante, Ian había obtenido 20 millones de puntos energéticos. Satisfecho, guardó los restantes 30 kilogramos en su almacenamiento para futuros proyectos.
A continuación, Ian sacó una parte de los núcleos que había conseguido en sus batallas y aventuras, y nuevamente se dirigió al sistema para venderlos. El sistema rápidamente calculó su valor, sumando un total de 2 millones de puntos energéticos. Aunque no era una cifra enorme, cada punto contaba para sus planes.
Finalmente, Ian decidió sacar lo más importante de su inventario: el cristal que había conseguido en las ruinas. Este cristal era intrigante, su energía pulsaba de una forma inusual, y no estaba seguro de su origen exacto. Se volvió hacia el sistema, preguntando qué era exactamente.
El sistema no tardó en responder: "Este es un fragmento del núcleo de una estrella que explotó debido a una sobrecarga de energía. Aunque solo es un fragmento, contiene una cantidad inmensa de energía. Se puede vender por 112 millones de puntos energéticos."
Ian sintió cómo el corazón se le aceleraba, casi podía oír sus latidos en sus oídos. La cifra que acababa de escuchar lo sacudió profundamente: 112 millones de puntos energéticos. El peso de esa cantidad era abrumador. "Soy rico... sumamente rico", pensó, con una mezcla de asombro y euforia recorriendo su cuerpo. Había esperado que el cristal fuera valioso, pero nunca imaginó que tendría semejante valor.
Mientras sostenía el fragmento del núcleo de estrella en sus manos, observó el sutil resplandor que emanaba de él. Era como si el cristal tuviera vida propia, pulsando lentamente, casi imperceptiblemente, con una energía que parecía infinita. Recordó la emoción que sintió al descubrirlo en las ruinas; en ese momento, solo había visto un cristal inusual, pero ahora entendía el verdadero poder que albergaba.
El fragmento era un pedazo de una estrella que había explotado hace milenios, su energía comprimida y transformada por la sobrecarga que causó la destrucción. Ian ahora comprendía la razón detrás de su singularidad. No era solo un cristal común, era un vestigio de un cataclismo cósmico, una reliquia de tiempos remotos, cargada con una cantidad de energía inimaginable.
Reflexionando sobre la civilización que lo había dejado atrás, Ian se dio cuenta de algo. Aquella antigua civilización no tenía idea de lo que poseía. Habían utilizado este fragmento de forma imprudente, como si fuera simplemente una batería más para alimentar sus portales interdimensionales. "No sabían lo que tenían en sus manos", pensó, incrédulo. La gente de esa época había utilizado la energía del cristal sin comprender su verdadero valor, tal vez por ignorancia o porque no poseían los medios para aprovechar completamente su poder.
Por un momento, Ian consideró guardar el cristal. Sabía que, con tiempo y el desarrollo adecuado de sus habilidades, podría utilizar su energía para algo mucho más grande que simplemente venderlo. Tal vez podría alimentar su propio portal, construir armas que sobrepasaran las capacidades actuales o incluso desarrollar nuevas técnicas de cultivo impulsadas por esa energía estelar.
Pero el tiempo era un recurso que no tenía en abundancia. El plan que estaba trazando requería de una gran cantidad de puntos energéticos ahora, no en el futuro. Si decidía quedarse con el cristal, tendría que esperar demasiado tiempo antes de poder extraer todo su potencial, y no podía permitirse ese lujo. Además, con los 112 millones de puntos energéticos en su cuenta, podría avanzar más rápido que nunca, fortaleciendo su equipo, desarrollando nuevas técnicas y asegurando su posición.
Con una última mirada al cristal, Ian tomó su decisión. Lo vendió directamente al sistema. En un parpadeo, el fragmento desapareció de sus manos y el sistema procesó la transacción. La pantalla frente a él se iluminó, confirmando la transferencia inmediata de los 112 millones de puntos energéticos.
Ian exhaló lentamente, sintiendo cómo la presión de sus preocupaciones financieras se desvanecía de inmediato. Ahora tenía en su poder una cantidad descomunal de puntos energéticos, suficientes para hacer realidad cualquier cosa que planeara. Miró a su alrededor, en el interior de su laboratorio oscuro, y sonrió. Tenía las herramientas, los recursos y ahora, los puntos energéticos para llevar a cabo su misión.
Ian observaba con satisfacción los 157 millones de puntos energéticos acumulados. El esfuerzo había valido la pena. Con esa cantidad, las puertas de un nuevo nivel de poder estaban completamente abiertas para él. Junto a Tarek, quien había sido su fiel compañero y consejero, Ian decidió que era hora de convertir sus ideas en realidad.
Lo primero que hizo fue adquirir Nagios, sin dudarlo, invirtió 50 millones de puntos energéticos para comprarlo, convencido de que esa herramienta sería clave en su futuro. Además, Nagios se sincronizaría perfectamente con el cristal de los metodos de cultivo, utilizando su energía ilimitada como fuente de poder.
El sistema nagios era impresionante. A diferencia de cualquier tecnología que Ian hubiera visto antes, Nagios no solo respondía a comandos físicos o verbales, sino que estaba diseñado para ser controlado mediante el pensamiento. Ian, como dueño del sistema, tenía acceso completo y absoluto. Los demás, aunque podían usarlo y beneficiarse de sus funciones, siempre serían simples usuarios en comparación. Solo Ian podía hacer cambios profundos en su estructura o aprovechar su verdadero potencial.
Nagios ofrecía una interfaz avanzada, visual y mental, accesible a través de simples órdenes de pensamiento. Ian solo necesitaba pensar en un comando como "Abrir estado" o "Ir a la tienda", y el sistema respondía de inmediato, mostrándole la información que necesitaba sin ninguna demora.
Con el poder de su mente, Ian podía navegar fácilmente por el sistema, accediendo a cada rincón de sus habilidades, estadísticas y recursos. Los usuarios comunes también podían usar esta función, pero no con la fluidez y libertad de Ian. Él lo controlaba todo desde las sombras.