Oberón se preguntaba por qué la caja seguía moviéndose y no tenía intención de detenerse.
—Te dije, estoy bien, no me pasa nada y aún así, no quieres creerme —aplaudió y sonrió Nyx.
—¿Cómo puede ser esto? —Oberón estaba enfadado.
Nyx sonrió dulcemente al bebé que seguía corriendo con la caja del doctor. El doctor ya estaba enojado, agarró un jarrón que estaba en una mesa cercana y lo lanzó al bebé.
—Podría lastimarlo, por favor, no dejes que haga eso —suplicaba Nyx, aterrada, se levantó pero Oberón rápidamente tomó su mano y la empujó de vuelta a la silla.
—¿Qué nos has traído encima? ¿De dónde salió este bebé? —negó con la cabeza Oberón.
—No lo sé, pero él es mi hijo, no le hagas nada para herirlo —estaba al borde de las lágrimas Nyx.
—Su majestad —llamó el doctor.
—¿Qué pasa? —Se giró para enfrentarlo Oberón.
—El bebé ha desaparecido con mi caja —jadeó el doctor.
—¿Cómo puede ser esto? —Oberón estaba tan sorprendido.