—¿Qué hace ese tonto aquí? —se preguntó Matías, inspeccionando la parte del pueblo a la que conducían las huellas de Alejandro.
Matías se encontraba en un callejón sin salida, ya que todos los que preguntaba por Alejandro lo confundían con otro soldado. Ahora tenía que confiar en la suerte para ver a Alejandro y Rosa, que no podía estar lejos de Alejandro.
Matías esperó pacientemente a que los hombres que había contratado regresaran con buenas noticias. Cuanto antes se hiciera esto, antes podría regresar al palacio y ser nombrado comandante.
Matías sonrió una vez más, imaginando su nueva vida con su título. Siempre supo que la princesa traería cosas buenas a su vida, pero el plan siempre había sido que Alejandro lo hiciera posible.
—Deberías haberme escuchado —dijo Matías, sintiendo una parte de él apenado por Alejandro—. Mira a dónde te ha llevado el perseguirla.