—¡Desempaquen y prepárense para la cena! —gritó Zayne a sus soldados. Le ofreció sus manos a Rosa para ayudarla a bajarse del caballo y evitar que cometiera de nuevo el error de casi caerse.
Rosa saltó hacia Zayne para ser atrapada por él. Caerse frente a una gran multitud solo necesitaba suceder una vez.
Rosa observó la gran casa que sería el hogar de los soldados durante el tiempo que estuvieran aquí. Era mucho más grande que la casa que usaban antes, la que Zayne tenía para sí mismo. —Esto debe ser lo que llaman una mansión.
Ahora, Rosa se preguntaba qué contaría como una finca o mansión, ya que las casas que ahora veía ya eran bastante grandes. Apenas podía esperar para ver el palacio, aunque fuese de lejos.
—Rosa, ven por tus maletas —oyó a Zayne.
Rosa había estado tan perdida en sus pensamientos que no se había dado cuenta de que Zayne pasó su caballo a alguien y comenzó a desempacar. —Disculpa —dijo, pasando junto a un hombre con quien casi choca.