Axel
Nuestra experiencia en México fue una de las mejores que compartí con Miranda, Verónica e Isaías. Donde conocimos lugares inspiradores, degustamos la excelente gastronomía mexicana y dimos una buena impresión en la Feria Internacional de Arte.
Además, nuestra amistad con Estefanía y Miguel nos llevó a tener en consideración visitarlos en Gijón, por lo que Miranda y Verónica se emocionaron ante la idea de un próximo viaje.
Fue gratificante cuando el avión aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Ciudad Esperanza, donde respirar el aire de nuestro ambiente se sintió reconfortante, al menos para mí.
Estuvimos poco más de treinta minutos en el aeropuerto, mientras esperábamos nuestro equipaje y procedíamos con todos los procesos de revisión, lo cual nos resultó maravilloso en comparación con las horas retenidos en los aeropuertos de México.
A Verónica e Isaías se les notaba renovados y más felices; fue evidente que aprovecharon las vacaciones al máximo. Miranda y yo cruzamos miradas cómplices cuando notamos esa alegría.
Más tarde ese día, al establecernos en nuestro apartamento, nos pusimos en contacto con Mariana. Una artista plástico que dejamos encargada de nuestra galería junto a la señora Jiménez. Era una vieja compañera de clases de Verónica, quien nos dio una buena impresión cuando la pelirroja nos la presentó.
Mariana, con quien manteníamos contacto desde México a través de WhatsApp, se emocionó cuando supo que estábamos en Ciudad Esperanza, y alegó que necesitaba reunirse con nosotros para poder explicarnos de mejor manera las buenas noticias que nos tenía. Acordamos encontrarnos con ella al día siguiente y nos dedicamos, en el ocaso de esa tarde, a desempacar y ordenar nuestras cosas.
Al día siguiente, nos comunicamos con Verónica para que nos acompañase a la galería, lo cual aceptó, ya que Isaías se había ido a trabajar; nos asombró que no esperase, aunque sea un poco más antes de retomar sus labores.
Sospechoso nos saludó emocionado cuando nos vio, a lo cual respondimos de igual manera y prometimos que le compraríamos un chocolate caliente al regresar, pues hacía bastante frío ese día.
Al salir del edificio, nos dirigimos al Espacio de canela, donde nos enteramos de que Diego no trabajaba más en el establecimiento. No pudimos contactarlo porque su celular estaba fuera de servicio. Tampoco le llegaron nuestros mensajes vía WhatsApp. Era evidente que ya no tenía el mismo número telefónico.
Entonces, nos vimos en la situación de abusar un poco de la confianza de su exjefe, a quien le preguntamos a dónde había ido nuestro amigo.
—De momento, les puedo decir que Diego renunció porque se iba a casar —reveló el encargado del Espacio de canela.
Nos quedamos asombrados con esa revelación, y si bien sabíamos que Diego tenía novio, con quien quería irse a vivir, no esperábamos a que fuese a casarse y dar semejante giro a su vida.
—Lo que no puedo asegurar es el lugar al que se fue, a pesar de lo que dijo, pues solía decir emocionado que viajaría por Europa y se quedaría a vivir en Roma —comentó.
—Tiene sentido —dijo Verónica.
—¿Por qué? —pregunté.
—Porque su novio es italiano —respondió.
—¿Acaso no era marroquí? —inquirió Miranda confundida.
—Italiano e hijo de marroquíes —replicó Verónica.
—Bueno, alegrémonos por él y deseémosle que sea muy feliz a dondequiera que vaya —dije.
Sin nada más que hacer, nos despedimos del encargado del espacio de canela y salimos del establecimiento para detener un taxi, al cual le pedimos que nos llevase a nuestra galería. Minutos después, nos encontramos con Mariana, quien al ver a Verónica, la saludó con un cálido abrazo; a nosotros nos estrechó las manos y alegó sentirse alegre por vernos.
—¡Han sido días muy buenos! —exclamó Mariana—, y en la librería, no han dejado de hacer pedidos de libros, es una excelente zona para la venta de estos… y bueno, respecto a la galería, recibí dos visitas que considero importantes.
—Qué bueno que todo haya fluido así durante nuestra ausencia, apreciamos mucho tu labor, Mariana —dije amablemente.
—¿Eso que veo allá es una nueva pintura? —preguntó Miranda, señalando hacia la sección de pinturas.
—Ah, sí, me tomé el atrevimiento de exhibir una obra de mi autoría, espero que no les moleste —respondió Mariana con un dejo de vergüenza.
—Vayamos a detallarla mejor —sugirió Verónica—. Mariana siempre demostró un gran talento para la pintura en el instituto.
Mariana, quien compartía la misma edad que Verónica, se ruborizó con sus palabras. Era una chica tierna que solía tener comportamientos infantiles, pero que tenía entre sus virtudes el don de la responsabilidad y el saber conectar con la gente. Era muy atractiva, con un estilo que consideramos propio. No seguía una tendencia de moda en específico, le sentaba bien vestir normalmente con una apariencia vintage ochentera.
—¡Vaya! Es una obra increíble —exclamé impresionado.
El surrealismo era el fuerte de Mariana, quien en esa peculiar pintura demostró tener una imaginación privilegiada. Plasmó sobre el lienzo una playa de aguas rojizas y arenas verdosas, en la que humanoides, con aspectos de pez, lanzaban redes desde un muelle y sacaban peces con rostros humanos. Era como un universo paralelo y extraño en el que un fondo negruzco y una luna azul daban a la obra un aspecto tenebroso y fantástico.
—Gracias —dijo Mariana, conteniendo la emoción.
—Tienes una buena imaginación, porque a mí nunca se me habría ocurrido tal cosa —comentó Miranda.
—¿La considerarás para la venta? —me preguntó Verónica.
—Eso dependerá de Mariana —respondí.
—Me encantaría ponerla en venta, pero nos estamos desviando de lo que realmente importa —dijo—. Les había comentado que recibí dos visitas… Uno de un refinado señor llamado Osvaldo García, un coleccionista que se interesó en algunas de las obras que tenemos en exhibición y quien mencionó cantidades de dinero que me dejaron atónita, muy pedante, por cierto.
—¿Y la otra visita? —preguntó Verónica.
—Fue de una muchacha llamada Jocelyn Bracamonte, muy amable en comparación con el señor García… Ella dijo que admira la labor de Axel y que está interesada en hacer una donación a la galería —respondió Mariana.
—¿Admira la labor de Axel? —preguntó Miranda con recelo.
—Sí, eso dijo —afirmó Mariana.
—No creo que sea el arte su interés —me dijo Miranda.
—Bueno, por lo menos quiere hacer una donación a la galería —repliqué.
—Aun así, no tenemos necesidad de recibir dinero de nadie —comentó.
—¿Estás celosa? —pregunté.
—Un poco, sí —respondió Miranda, aunque sin perder la calma.
—Pues no deberías… Tú bien sabes que eres, por mucho, mejor artista que yo —aseguré.
—No creo que esté interesada en tu vocación, tonto —resaltó con persistente recelo.
—Es cierto, Axel… Miranda tiene razón —intervino Verónica.
Yo las miré a ambas y fruncí el ceño por la complicidad con la que demostraron tener celos de una mujer a la que ni siquiera conocíamos.
—¿Tú qué piensas, Mariana? —le pregunté.
—Pues… Me temo que estoy de acuerdo con ellas —dijo avergonzada.
—¿Tú también? —inquirí.
—Es que no lo había pensado, pero creo que esa mujer solo tiene interés en ti… Durante su visita me preguntó cosas personales de ti, más no por tu trayectoria artística —hizo una pausa—. En pocas palabras, pienso que lo que pretende con la donación es comprarte.
—Ni que fuese a venderme —repliqué.
—Bueno —intervino Miranda—. Hagamos una cosa… Consideremos aceptar esa donación. Ya que el dinero no nos vendría mal. Pero, si por alguna razón esa mujer se te acerca con otras intenciones, la rechazamos.
Me parecía un trato justo, aunque no me agradó la idea de regresar el dinero, por mucho que la principal intención de la susodicha Jocelyn Bracamonte tuviese como objetivo hacerse con mi atención. Además, por muy hermosa y despampanante que fuese, tal cual la describió Mariana, sabía que no había mujer que pudiese compararse a Miranda en todos los aspectos. Ella, para mí, era insuperable.
♦♦♦
Unas semanas después, mientras echaba un vistazo a nuestro estado financiero, me llegó una notificación a mi celular en la aplicación de Gmail, por lo que entré a mi cuenta desde mi laptop.
Era una noche lluviosa en la que parecía que nos quedaríamos a dormir en la galería, pues era imposible salir con semejante tempestad. Pero aquello no fue motivo para que mi emoción no explotase en su máximo esplendor. Cuando revisé el correo electrónico, me di cuenta de que era del señor Pierre Petit.
Para: Axel16Lamar@gmail.com
Asunto: Propuesta de exposición en el Museo del Louvre
Estimado señor Lamar.
En nombre del prestigioso Museo del Louvre. Casa de las grandes maravillas artísticas de la humanidad. Le notificamos que estaremos complacidos de que vuestras obras, al igual que las de la señora Ferrer y la señorita Cárdenas, sean expuestas en un periodo de cinco días.
Esperamos vuestras obras con anticipación de un mes, considerando que la fecha seleccionada para la exposición es el 30 de junio del siguiente año. Nos honraría también contar con vuestra presencia y les deseamos que siga creciendo el éxito que gozan.
Pierre Petit
De inmediato salí de mi oficina para ir a la librería, donde Miranda, como siempre, se encontraba a gusto leyendo, y más en ese momento cuando cerramos la galería a causa de la lluvia.
Ella se asombró al verme emocionado, y no supo cómo reaccionar cuando me le acerqué y le di un beso apasionado en sus labios que la dejó respirando de forma acelerada.
—¿A qué se debe tanta emoción? —preguntó impresionada.
—Me acaba de llegar un correo electrónico del señor Petit —respondí.
—¿El francés pedante? —inquirió.
—Ese mismo… Me dijo que en el Museo de Louvre quieren exponer nuestras obras por cinco días, incluyendo las de Verónica. ¿Puedes creerlo?
—¿Es en serio?
—¡Claro que es en serio!… Ven a verlo tú misma.
Nos dirigimos a la oficina para que leyese el correo, mientras que yo contacté a Verónica a través de una llamada telefónica para darle la buena noticia. Ella, tan pronto escuchó mi revelación, empezó a gritar de emoción, a un punto en el que Isaías tuvo que continuar hablando.
—Hola, Axel. ¿Cómo te va? —saludó Isaías al contestar—, ¿qué noticia le diste a Verónica? Está muy emocionada.
—Todo bien, gracias… Y bueno, le dijimos que nos invitaron a París para exponer nuestras obras en el Museo del Louvre —respondí, al mismo tiempo que Miranda me abrazaba fuerte por la espalda; comprendió también la realidad.
—¡Vaya! Es una gran noticia —exclamó Isaías—, esto amerita una celebración, y permítanme que yo invite… ¿Qué les parece si nos vemos este domingo en Lucio's?
—Me parece genial, gracias por la consideración —respondí al aceptar el encuentro en el recién fundado restaurante italiano.
Después de acordar el encuentro con Isaías, giré en dirección de Miranda para corresponder a su abrazo y besarla una vez más. Por poco nos dejamos llevar por la pasión, pero pudimos contenernos ante la presencia del personal de limpieza y los vigilantes, quienes tampoco podían salir por la tempestad que nos retuvo hasta las once de la noche en la galería.