Anastasia estaba sentada sola en su lugar habitual donde ella, Angelina y Elizabeth solían pasar el tiempo cuando ambas aún estaban vivas.
Aunque ya casi habían pasado dos semanas desde su muerte, Anastasia aún no se había acostumbrado a estar completamente sola.
Si ellas hubieran estado allí, habrían compartido sus experiencias de vida a pesar de la situación en la que se encontraban, mientras Elizabeth le contaba a Anastasia todo lo que había aprendido sobre ella antes de ser secuestrada.
Recordar esos recuerdos no era una de las cosas favoritas de Anastasia porque siempre le hacía llorar. Suavemente, se secó las lágrimas que empezaban a correr por su rostro.
Sus días en la casa empezaban a hacerse más largos sin ningún tipo de infiltración que pudiera ser una buena señal de que la policía o su esposo habían descubierto el lugar.