—Esto —dijo— es la evidencia.
Qin Jiang liberó al Maestro Quan y luego recogió la pequeña botella, hablando con indiferencia.
Al presenciar esta escena, Zhang Haoyuan y los demás quedaron tan pálidos que parecían a punto de gotear agua.
—¿Qué significa esto! Liu Yuan, dame una explicación... —preguntó Zhang Haoyuan con voz fría.
—Yo... yo... —Liu Yuan tartamudeó, incapaz de articular una sola palabra, el sudor frío le resbalaba por la frente como granos de soja, ¡la imponente presencia de Zhang Haoyuan le debilitaba las piernas!
—¡Habla! —ordenó Zhang Haoyuan.
Liu Yuan cayó de rodillas con un golpe.
—Tío, yo he sido difamado... Shuyun y yo somos amigos, y sin rencores ni mala voluntad, ¿cómo podría yo hacerle daño? —balbuceó.
—Y, con tu alto estatus, ¿qué podría yo ganar haciéndole daño?
Zhang Haoyuan lo pensó y sintió que tenía algo de sentido.
Pero, Qin Jiang recogió la botella del suelo y la volteó.
Se reveló una calavera.