Hera no pudo evitar notar los ojos centelleantes de Bry mientras salían del ascensor. Brillaban como estrellas que habían descubierto algo maravilloso. Su disfrute era palpable, evidente en la forma en la que admiraba el hermoso jardín visible a través de las ventanas de suelo a techo en el pasillo. Al llegar a las puertas dobles, la anticipación de Bry era tangible; incluso tomó un respiro profundo mientras esperaba con ansias el gesto de Hera para abrirlos.
El padre y el tío de Bry sintieron un atisbo de ansiedad ya que no habían anticipado el lujo de la residencia de Hera. Dudaban en aventurarse más allá del piso de mármol sobre la lujosa alfombra, sus pasos cautelosos traicionaban su inquietud. Su preocupación era palpable mientras navegaban con cuidado, conscientes de la suciedad en sus zapatos y en las ruedas de la silla de ruedas del camino del pueblo que habían recorrido antes.