Después de unos minutos intentando que el coche funcionara, Nihal sacó su teléfono que estaba en el bolsillo de su pantalón y miró la pantalla.
Sus ojos se dilataron sorprendidos al ver las llamadas perdidas y, conmocionado, vio que su teléfono estaba en modo silencio.
—¡Mierda! —maldijo y rápidamente procedió a llamar a Valerio.
Tocaba nerviosamente su muslo con las manos y un alivio le inundó en el momento en que Valerio contestó la llamada.
—¡Jefe! —exclamó Nihal.
—Nihal, ¿qué está pasando? ¿Dónde está Edric? —preguntó Valerio con un tono aprensivo.
—Está bien. El coche se averió en medio de la carretera, así que estoy intentando arreglarlo —respondió Nihal.
—¿Arreglarlo? Nihal, ¿te das cuenta de lo tarde que llegas? ¡Llama a Fernando y dile que te mande otro coche! Deja ese ahí por ahora, ¿entiendes? —le dijo.
—Entiendo. Disculpas por la demora —respondió Nihal y colgó la llamada.
Llamó a Fernando, quien, lo más rápido que pudo, les hizo llegar otro coche.