Elmer se quedó sin palabras. Está bien, tenía que admitir, esto se veía bastante bien.
Siete aleteó y voló hacia el hombro de Amelia. Picoteó su cabello con su pico y alabó —¡Hermoso! ¡Super hermoso!
Amelia sostuvo el Compás de Ocho Trigramas y salió corriendo —Mamá, vámonos. Vamos a buscar a Max. ¡Maestro, vámonos!
El día en que encontraron a Max, Amelia pellizcó sus dedos y calculó durante todo el día. El resultado fue muy extraño. Un momento, podía decir que Max estaba en la ciudad, pero al siguiente momento, había desaparecido. No sabía si había corrido demasiado lejos, pero tampoco pudo deducir a dónde había ido después. Tampoco pudo encontrarlo. Su maestro había ido a la prisión a investigar algo y no la dejaba correr sola. Por eso tardaron dos días.
Helena fue la primera en seguir a Amelia hacia fuera. Pensando en la prisión, Elmer la siguió inconscientemente.
—Maestro, ¿qué te parece el compás? —preguntó Amelia, sosteniéndolo con ambas manos.