Aunque este vestido que pertenecía a Jiang Yue era diferente al vestido negro de diamantes, desprendía una suave aura de pureza.
El vestido era de un claro tono morado, y los bordados en el escote y la cadera revelaban una belleza serena.
Cuando Jiang Yue vio este vestido, sus ojos se iluminaron. Las lágrimas comenzaron a caer incontrolablemente.
Abuela tenía razón. Este vestido estaba hecho para ella. Tanto en términos de diseño como de bordado, era todo lo que amaba.
Viendo que Jiang Yue todavía estaba parada allí, la Matriarca Gu dijo enojada:
—Mira lo que pareces. Ese vestido no es adecuado para ti. Los hilos están a punto de romperse, y todavía lo llevas. ¿Cómo luces? ¡Date prisa y quítatelo!
Cuando Qiao Nian escuchó las palabras de la Matriarca Gu, su mirada cayó sobre la cintura de Jiang Yue. Ya podía ver los hilos deshilachándose allí.