—¿Cómo te atreves a ponerle la mano encima? ¡Ella es mía! —Marissa lo vio ir tras el hombre que intentaba huir pero tropezó. El pobre tipo no esperaba una interferencia cuando estaba amenazando a Marissa.
Rafael lo hizo levantar sujetando su camisa bastante brutalmente y le pegó un puñetazo en la nariz. Esta vez sangraba.
Marissa estaba ahí, casi temblando. La cara de ese hombre ya no era visible, pero se podía ver el color rojo en su rostro. Gruñía de dolor y quería lanzar algunas groserías en dirección a Rafael cuando un hombre fornido se les acercó y lo agarró del cuello con facilidad para lanzarlo contra la pared.
Justo entonces Marissa se dio cuenta de que ya no estaban solos. Dos hombres bien vestidos que debían haber salido directamente de una película de Bond también estaban allí.
—No olviden golpear su cara —les dijo Rafael a los hombres—. Y córtenle la mano. Marissa inhaló aterrada por la orden.