Marissa podía sentir las miradas persistentes de los hombres a su alrededor cuando entró en la discoteca. El vestido gris brillante que llevaba capturaba la luz con cada movimiento. Apenas cubría sus muslos, pero Marissa quería aprovechar la oportunidad ahora que los niños se quedaban con su padre.
A pesar de que Sophie y Flint la animaban a relajarse, ella nunca accedía.
Escudriñó sus alrededores y encontró a Gerard sentado en la barra.
—Hola —lo saludó, acercándose a su lado.
—¡Guau! ¡Mira nada más! —Sus ojos se iluminaron—. Estás hermosa. ¡Como siempre!
Marissa se rió. Esta noche se sentía diferente. Su pelo negro caía suelto y solo estaba recogido por delante.
—Lo sé. Ahora puedes guardarte tus halagos para ti, G —y luego miró su vaso—. ¿Qué estás tomando?
—Un whisky. ¿Quieres uno?
Marissa asintió y luego revisó su teléfono. Estaba segura de que Rafael trataría de contactarla cuando no la encontrara en casa.