Nina Sinclair salió de su habitación, toda engalanada. Este era su mantra de estar siempre lista sin importar la ocasión.
Fuera una fiesta de cumpleaños, una recepción de boda, un funeral o simplemente tiempo de estar en casa. Siempre le gustaba estar al día.
Su cabello estaba perfectamente peinado, y su maquillaje era justo el adecuado. Se sentía confiada y lista para enfrentarse al mundo. Se recordó a sí misma que debía visitar a su esteticista para un Botox. Su rostro lo necesitaba. Odiaba las líneas en su cara.
—¡Emily! ¡Mi desayuno! —llamó a la chef de la casa que debía estar en la cocina preparando su desayuno. —¡¿Qué te está tomando tanto tiempo?! —gritó como un niño mimado.
Odiaba la mala gestión y le gustaba que todo fuera a tiempo.
—Perdón por hacerte esperar —, Nina, que estaba desplazándose por su teléfono impacientemente, miró hacia arriba sorprendida al ver a Geena saliendo de la cocina.
¡Dios santo! ¿Cómo puedo olvidarme de ella si fui yo quien la trajo aquí?