Casi todos habían salido hacia sus hogares y aquí estaba Marissa hablando con una llorosa Mala.
—Tienes que calmarte, dulce chica. Este trabajo es tuyo. Deja de preocuparte por ello —Mala asintió y se limpió la nariz.
Todavía estaba conmocionada por el anuncio que Rafael Sinclair había hecho más temprano.
Después de muchas sesiones de consejería con Dean y Marissa, sintió suficiente fuerza como para arreglárselas sola para ir a casa. Después de enviarla, Marissa comenzó a empacar sus cosas. Colocó su laptop en el cajón del escritorio y lo cerró con llave.
Mientras alineaba sus archivos en el escritorio, sintió los ojos de Dean sobre ella.
—¿Estoy luciendo hermosa? —pestañeó haciéndolo reír con suavidad.
—Eres divertida. Eres sensata y te preocupas por los demás… —Marissa pareció sorprendida por todos esos elogios viniendo de él—. Y aún así... —se detuvo pensativo.
—¿Y aún así? —ella le preguntó de manera ligera.