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Joseph alzó la mirada del archivo para observar a su amigo, quien parecía inusualmente feliz. Sabía la razón.
Él era el único que sabía lo que Rafael estaba planeando hacer.
—No esperaba que vinieras a la oficina hoy. ¿No deberías quedarte con tus hijos y tu querida esposa? —Joseph se quitó las gafas de leer y casi las dejó caer sobre la lisa superficie del escritorio de caoba.
Rafael todavía estaba mirando fijamente el informe anual en la pantalla con el ceño fruncido.
Joseph se recostó con una sonrisa relajada en su rostro, —¡Tsk! El viaje se suponía que te rejuveneciera y aquí estás preocupándote por los números.
—Sí. Números —murmuró Rafael dando golpecitos con un dedo en el informe—. Espero una llamada de hecho, pero solo para matar el tiempo necesito hacer algo.
Joseph se acercó para ver mejor el rostro de su amigo, —¿Llamada? ¿Qué llamada? ¿O me estoy perdiendo de algo?