Mientras se arreglaba, Marissa no sabía si Rafael planeaba volver a casa o saltarse la oficina.
No tenía ropa de oficina y estaba dispuesto a dejarla allí.
—Ya me has proporcionado un coche oficial y un chófer. Entonces, ¿por qué pasar por esas molestias? —le preguntó, mirando a través del espejo.
Él estaba acostado en la cama, con los brazos cruzados detrás de su cabeza.
Ella estaba aplicándose un tono de lápiz labial nude y por alguna razón, todo se sentía demasiado íntimo. Se sentía como si se estuviera arreglando como lo haría cualquier esposa normal y él la observaba a través del espejo... como... como... como un esposo atento.
Marissa evitó su mirada y mantuvo su enfoque en su rostro. Sus ojos la ponían nerviosa.
—Umm. Puedes ir y sentarte en el coche. Saldré en unos minutos —sugirió tratando de sonar lo más indiferente posible.
Pero él tenía una sonrisa cómplice en su rostro, —¿Por qué? ¿Hay algo mal?