—Tus labios saben a fresa. ¿Por qué nunca antes pude conseguir este sabor?
—Hueles tan bien y la forma en la que tu suave cuerpo reacciona a mi tacto... la forma en que tu cuerpo se derrite en mis manos… solo quiero permanecer dentro de ti…
—Cada vez que sostengo tus pechos… llenan mis manos tan perfectamente, Fresa —todos los susurros seguían interrumpiendo su sueño.
Todas esas pesadillas habían vuelto porque él la llamó fresa anoche.
¿Como resultado?
Fue a la oficina con los ojos hinchados. Ni el corrector de maquillaje podía tapar las bolsas y ojeras que eran evidentes en su rostro.
Era viernes y el fin de semana estaba por comenzar. Esta noche, Rafael tenía previsto encontrarse con los niños y ella quería hacerlo lo más fácil posible para él y para sus hijos.
Por un momento deseó no haber aceptado esta oferta y poder huir lejos de allí.
—No pareces estar bien para mí —Dean le preguntó preocupado—. ¿Te quedaste despierta anoche? ¿Están tus hijos bien?