Marissa estaba sentada al lado de Delinda, cerca de la cama donde su hijo de siete años dormía profundamente bajo fuertes sedantes.
Acababa de ser operado del apéndice y fue tratado a tiempo.
—Estoy muy agradecida contigo, Marissa. Nunca había visto a alguien como tú que piensa en los demás —Marissa sostenía su mano y por alguna razón se acordó de Abigail que tenía un corazón débil y cualquier día su médico podría anunciar su cirugía.
—No hice nada, tonta. Gracias a Dean y a nuestro CEO que tomaron esta decisión con prontitud —Delinda se levantó abruptamente hacia la cama del niño cuando lo vio moverse en su estado inconsciente—. Oh, creo que está despertando. Necesito llamar a un doctor —Presionó felizmente el botón y Marissa no se perdió el brillo en la cara de la mamá.
Cuando salió del hospital, había empezado a lloviznar.