—Un vampiro lo mató, Blaise. Le drenaron toda la sangre y le cortaron el cuello antes de colocarlo en su sillón favorito para que lo encontráramos —explicó Damon.
La boca de Blaise se abrió como si quisiera hablar, pero no salió sonido alguno. Me agarró la mano tan fuerte que casi dolía, pero jamás soñaría con soltarle ahora, no cuando parecía que yo era el único ancla que le impedía flotar lejos en el océano.
Lágrimas empezaron a formarse en sus ojos, y su garganta se movía en silencio.
—Yo… no… pero… —Blaise finalmente logró decir entrecortadamente, frotándose los ojos frenéticamente con su otra mano libre. Una pena se acumuló dentro de mí, sus olas amenazando con arrastrarme al fondo. Ni siquiera era mi propio dolor el que sentía, sino el de Blaise.