—Menos mal que me quedé —expresó Marcus, sentado detrás del volante mientras manejaba por la autopista—. Si no, no creo que hubieras podido encontrar cómo regresar a casa.
Fil sonrió aliviada, sentada en el asiento delantero del pasajero. —La jefa es lo suficientemente amable para ofrecerme un viaje.
—¿Confías en ellos?
—¿Por qué no?
—Fil, apenas los conoces —él remarcó preocupado—. No estoy diciendo que sean malas personas y que podrían hacerte algo malo, pero te digo que no se puede confiar tanto en la gente.
—Eres bonita —añadió, con la mirada en el camino—. No sabes qué pensamientos suscitas en los hombres.
Fil lo miró de reojo, observándolo con curiosidad. —Dime, Marcus. ¿Qué tipo de pensamientos evoco en ti?
Un momento de silencio se sincronizó con la brisa entrante después de su pregunta. Marcus le echó una mirada de soslayo, solo para ver la curiosidad en sus ojos.