Un momento después, Chen Xuan fue llevado arriba por un secuestrador.
—¡Papá! —Al ver a Chen Xuan, Xiaoyu gritó alarmada.
—¡Cállate de una puta vez! —Hei San ladró enojado, asustando a Xiaoyu hasta que encogió su cuello, sin atreverse a hacer un sonido.
En ese momento, Xiaoyu estaba encadenada como un perro, su cuello rozado hasta quedar crudo y sangriento. Lágrimas y suciedad se mezclaban en sus mejillas originalmente claras.
No solo eso, sino que dos marcas de manos rojas brillantes eran claramente visibles en su rostro, ¡suficientes para imaginar el tipo de abuso que acababa de soportar!
Al ver a Xiaoyu en ese estado, una ira colosal subió desde la planta de los pies de Chen Xuan hasta la corona de su cabeza en un instante.
¡Estos cabrones, no trataron a mi hija como a un ser humano en absoluto!
¡Merecían morir mil veces!
En ese momento, la cara de Cai Guangwei estaba llena de satisfacción complaciente. —¡Chen Xuan, nos encontramos de nuevo!