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—¿Dónde está Percival?
Aunque Sabrina Leocadia había escapado del peligro, el pensamiento de que su asistente masculino pudiera estar capturado aún la mantenía ansiosa.
—Acabábamos de salir de la farmacia cuando dos hombres extraños nos atacaron por detrás —dijo Lory sin aliento por teléfono—. El hermano Percival empezó a forcejear con ellos para protegerme.
—¿Todavía tienes la medicina?
Eso era lo que más preocupaba a Sabrina Leocadia.
—¡La tengo en mis manos! —La respiración de Lory era caótica, sonando como si estuviera corriendo por su vida.
—¡Llama a la policía inmediatamente! ¡Tomaremos un coche de policía a la estación de policía de la capital! —Después de terminar su frase, un atisbo de malicia brilló en los ojos de Sabrina Leocadia. Al mismo tiempo, se tocó la parte posterior de la cabeza. Había sangre en ella. El golpe no había sido ligero.
—Nikodem Lee, ¡no me culpes por ser despiadada! —Tomando aire profundamente, marcó el número de emergencia.
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