Entré a la tienda, casi derribado por la ola de calor que salía del lugar. Afuera hacía frío, pero no tanto como para que fuera necesario subir tanto la calefacción. Me quité el cárdigan y me lo puse sobre el brazo.
Esperé unos minutos para ver si alguien me había oído entrar, pero parecía que el lugar estaba vacío. Había varios maniquíes con vestidos en distintos estados de creación. Una de las paredes estaba enteramente cubierta de rollos de tela, pequeños carretes de hilo y cajas de botones, lentejuelas y cuentas.
"¿Hola?" Llamé.
Se escuchó un crujido en la trastienda y finalmente alguien apareció detrás de un perchero con ropa.