—Si tú me golpearas y yo no te detuviera, créeme, probarías la ira de mi esposo; podría enviarte directamente a tu ataúd —Bella no exageraba. Sabía que Tristan habría hecho más de lo que ella había hecho si hubiera sabido lo que había ocurrido aquí.
Al ver el miedo y la confusión en los ojos de Henry, siguió hablando.
—¿Sabes qué hermano? Antes, había querido llevarte a la casa de nuestra madre y darte la bienvenida con una cena caliente en mi hogar, pero una vez más, arruinaste esa oportunidad —Henry apretó los dientes en silencio.
—¡Dios! Te sugiero que trabajes en controlar tu ira, o terminarás como nuestro padre, o peor —La capacidad de hablar de Henry se desvanecía lentamente. El dolor insoportable lo torturaba, haciendo que deseara simplemente desmayarse para que el dolor en su pecho y manos no se sintiera. Sin embargo, las palabras de Bella lo impactaron.
Innumerables preguntas estaban ahora corriendo por la mente de Henry.