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—Quién necesita que le salves la cara —Lin Nuannuan dijo sin mucho ánimo.
Los dos se subieron al sedán de Zeng Zhen uno tras otro.
—¿Cenamos juntos? —preguntó Zeng Zhen.
Fue entonces cuando Lin Nuannuan se dio cuenta, sorprendida, de que ya eran más de las 5 p.m. después de despertarse.
Se tocó el estómago.
—Te llevaré a los puestos de comida callejera —Zeng Zhen sugirió—. Un amigo me recomendó este lugar hace unos días, y sinceramente es la mejor comida callejera que he probado en mi vida, realmente deliciosa.
—¿Qué tan deliciosa? —El interés de Lin Nuannuan quedó claramente despertado por Zeng Zhen.
Ella siempre había amado comer y beber desde que era joven.
En el momento en que escuchó que había algo sabroso, no tuvo resistencia alguna.
—Lo sabrás cuando lo pruebes.
—Si no está bueno, te mataré.
—Tranquila, soy muy exigente con lo que como.
—Confío en ti esta vez.
Así que los dos fueron juntos a los puestos de comida callejera.