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La atmósfera en la habitación había cambiado por completo. Los ojos de Nial eran negros como el carbón, y Kristine sentía como si fuera succionada hacia un agujero negro cuanto más tiempo miraba en aquella oscuridad infinita.
Se le erizó la piel de todo el cuerpo y fue la primera vez en su vida que dudaba frente a alguien de un rango inferior al suyo.
Kristine retrocedió y comenzó a toser delicadamente para ocultar el hecho de que ya no podía controlar su cuerpo.
—¿Qué tal si continuamos con las negociaciones? —preguntó Kristine débilmente mientras se sentaba.
Podía decir que Nial no era tan poderoso como ella, pero eso no importaba en absoluto. Kristine se sentía incómoda por el repentino cambio de comportamiento y apariencia de Nial, que eran cosas que no se suponía que sucedieran tan rápidamente.