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Varias banderas flameaban al viento mientras el ejército unido de los gremios y el Reino de Gweliven se colocaba lado a lado.
Aina estaba al frente de su gremio, sujetando firmemente el mango de su espada con ambas manos, con la punta clavada en el suelo.
En ese momento, Lux comprendió por qué le habían otorgado el título de Princesa de la Guerra. Su belleza, así como su carisma, podían ser vistos y sentidos por todos los presentes.
«Aunque la sensación es muy similar, también es muy diferente», pensó Lux mientras miraba al Enano frente a él.
Luna, la estrella que el Medio Elfo idolatraba en la Tierra, tenía una presencia tal que hacía que todos quisieran animarla. Sus canciones elevaban a las personas y su sonrisa hacía que uno se sintiera como si estuviera contemplando a un ángel que había descendido a la Tierra.
Además, sus fans le dieron el apodo de Ángel de la Muerte.