Una oleada de ira inundó a Ryder al ver el cuerpo sin vida del niño inocente. Su corazón latía con una mezcla de dolor y furia, solidificando su determinación.
Al ver a la pequeña niña sin vida, no podía recordar los días en que su propia hija era más joven. Ni siquiera podía imaginar cómo se habría sentido si su hija estuviera en ese lugar. Ese era verdaderamente un comportamiento que solo los demonios podrían haber tenido.
Su expresión flaqueó mientras miraba hacia el cielo oscuro. —Lo siento, pero no puedo contenerme más... Incluso si es tu hijo...— murmuró con los labios apretados.
Ryder y Caen eran ya tan rápidos que los otros dioses jóvenes ni siquiera podían ver sus figuras. Solo podían ver escombros volando ocasionalmente después de cada uno de sus choques. Sin embargo, lo que sucedió a continuación los dejó atónitos incluso a ellos.