Además, el desafío era sobre la victoria de Gabriel. Él podía ganar sin siquiera matarlos. Al menos, eso era lo que él pensaba.
Cylix vio la vacilación de Gabriel, quedando momentáneamente atónito.
—¡Ja... jajaja... Jajajaja!
Se cubrió la cara con las manos mientras estallaba en risas, pero no era una risa burlona. Era algo más... Algo mucho más emocional.
En los ojos de Gabriel, podía ver el respeto que nunca había esperado. Aunque no mostraban a Gabriel su intención de enseñarle, siempre ocultándose detrás de excusas sobre por qué lo estaban entrenando, el joven aún los trataba como a maestros.
Después de mucho tiempo, Cylix dejó de reír y mostró una débil sonrisa llena de gratitud.