Mientras el silencio caía sobre Kaizen y Xisrith, el crujir de las estanterías se convirtió en el único sonido audible.
Kaizen bajó lentamente su mano, liberando la psicocinética que había mantenido al Guardián del Tiempo bajo control.
La habitación volvió a su tranquilidad original, como si nada hubiera ocurrido, excepto por el desorden causado por la batalla.
Xisrith, observando cuidadosamente su entorno, estaba preparada para cualquier sorpresa. Sabía que Kaizen tenía habilidades increíbles, pero también era consciente de que se enfrentaba a un enemigo misterioso y poderoso, un Guardián del Tiempo, que podía manifestarse de maneras impredecibles.
Kaizen finalmente rompió el tenso silencio. —De alguna manera, logró escapar de mi prisión —dijo, examinando los estantes destruidos.