—Si has ocultado todo esto de mí, ¿qué más podrías estar escondiendo? —dijo ella, girándose sobre su espalda y pasando sus manos por las negras mechas de su cabello—. No sé... Creo que debería escuchar a mis padres, sería mejor que termináramos.
Klaus miró a Ashley, con el corazón pesado. Sabía que no había excusa para lo que había hecho. Ella tenía absolutamente la razón de sentirse herida.
—Lo entiendo, Ash... —murmuró él, su voz llena de tristeza y arrepentimiento—. Tienes todo el derecho de sentirte así. Hice lo incorrecto y no puedo pedirte que aceptes eso. Mereces a alguien en quien puedas confiar completamente.
Las palabras de Klaus quedaron suspendidas en el aire como un amargo eco, pero no podía discutir. Había ocultado un secreto que era una parte significativa de su vida y eso tenía consecuencias. Dio un paso más cerca de ella, pero no la tocó, respetando el espacio que claramente necesitaba.