En cuestión de minutos, el número de Ratas Gigantes había disminuido drásticamente, y las pocas restantes comenzaron a huir. Mientras las Ratas Gigantes infectadas huían, una tensión creciente se percibía en el aire. Kaizen y Nix presintieron que algo no iba bien, y el silencio subsiguiente solo amplificó su incomodidad, interrumpido únicamente por el goteo del limo verde. Entonces, un sonido peculiar resonó en el ambiente, destacándose por fin—un sonido algo familiar para Kaizen: el latido de un corazón, un pulso. Frunció el ceño, intentando localizar el origen de este intrigante ruido.
—Tú también escuchaste eso, ¿verdad? —susurró Kaizen a Nix, manteniendo su voz baja.
Nix frunció el ceño, confundida. —¿Escuchar qué? Solo puedo oír el goteo del limo.