En el instante en que el hombre herido en el centro del vestíbulo se dio cuenta de la presencia de Andrew, su semblante cambió de inmediato. Levantó su barbilla con arrogancia, alzó su nariz y, por ende, sus ojos, y dejó caer hacia atrás sus rastas. Este era Davster Herond, un guerrero notable y respetado de la Guardia Real, pero él no conocía a Andrew, ni Andrew a él.
La imponente figura de Davster correspondía con su piel negra, la cual resaltaba aún más en contraste con la armadura blanca que llevaba puesta, la cual por cierto estaba impecable, mostrando su temeraria devoción al reino.