—¿Qué es lo que tarda tanto, lord Ravan? ¿Quizás no está contento con la redacción del contrato? ¿O acaso se siente culpable de los cargos? —preguntó Regus mientras la temperatura de la sala bajaba unos grados.
Vega frunció el ceño, sabía que esta no era una situación en la que pudiera intervenir, pero dado que conocía la verdadera identidad de Max también entendía que no debería ser tan tonto como para matar un Aurelio.
Dado que ese era el caso, no podía entender la renuencia de Max a firmar el contrato, sin darse cuenta de la trampa que Regus había preparado dentro de él.
Max convocó el bolígrafo mentiroso de su inventario y luego, frente a la mirada observadora de Regus, firmó el contrato.
Por un momento, el corazón de Max latió furiosamente, estaba extremadamente preocupado por su seguridad si el bolígrafo no podía engañar a la reina universal, sin embargo, para su satisfacción, la reina no lo castigó por mentir en un contrato.