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Las orejas difusas y caídas, blancas y negras, le caían por el lado del rostro a la chica. Su piel bronceada estaba completamente expuesta, junto con sus grandes pechos que desprendían una sustancia blanca. Desde su espalda baja, justo encima de su trasero, se veía claramente una cola fina que terminaba en un pequeño pompón. Sus grandes ojos redondos y negros miraban a Blake con miedo. Parecía indecisa sobre si debía correr o no. Blake pensó por un momento y preguntó:
—¿Beastkin? —Por lo que podía decir, sus rasgos parecían más los de una vaca, y no estaba seguro si las vacas siquiera existían en el viejo mundo—. ¿Puedes entenderme?