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—¿Un guardaespaldas? —un joven miró al chico adolescente con el pelo y los ojos inusuales con una sonrisa escéptica y burlona, antes de volver a dirigirse al hombre delgado y frágil frente a él—. Jaja, ¿estabas tan asustado que conseguiste un niño más joven que tú como guardaespaldas? —una voz ronca escupió con desprecio, provocando una oleada de risas.
Seis jóvenes habían rodeado a un hombre de aspecto frágil y al chico detrás de él en una parte remota de un distrito externo de Hajin.
—No lo hubiera creído, Miguel, pero te has vuelto aún más patético, maldito cobarde —uno de los hombres se volvió hacia el chico—. Corre a casa con tu mami, niñito.
Rui suspiró y se volvió hacia Miguel. —Ves, por eso te dije que llevar mi uniforme era una buena idea.
Los seis hombres que jugaban con Miguel no estaban divertidos. —¿Hmm? ¿No me escuchaste? —uno de ellos se alzó sobre el chico adolescente, intentando intimidarlo—. Dije que eras un...