Abadón lanzó a Poseidón y a Zeus lejos de la calamidad que había impuesto sobre este mundo.
No porque quisiera protegerlos, sino porque no pondría en riesgo que sus cuerpos fueran aplastados por el agujero negro.
Ya que tal cosa no los mataría permanentemente, estos dos iban a recibir su completa e indivisa atención.
Y la de alguien más.
—¡ABADÓNNN! ¿Quién te dijo que terminaras mi cacería temprano?!? —Satán cayó del cielo como un meteoro e incrustó a ambos dioses en el suelo con sus manos durante su descenso.
—¡Y usar magia también es de cobardes!... Pero lo pasaré por alto solo esta vez, ¡porque en realidad se ve genial! —Asintió, complacido consigo mismo por lo que consideraba ser una muestra de razonabilidad.
—¡Insolente cucaracha, cómo te atreves a tocarme! —Zeus atacó a Satán con una descarga eléctrica que contenía tanta tensión que podría haber alimentado a un país entero durante un año.
La piel y la carne de Satán prácticamente se carbonizaron en el lugar.