Atticus dejó sus pensamientos y se concentró en lo que Cedric estaba explicando.
—Como dije antes, lamentablemente no recibirás ninguna demostración, pero este último paso debería ser la parte más fácil —dijo Cedric mientras se acercaba lentamente al impresionante número de tajos azur frente a Atticus, usando su bastón para apoyarse.
Cada tajo aún mantenía su forma letal, brillando intensamente, con cada hilo sirviendo como un conducto para suministrarles mana.
—Ya has creado los tajos; ahora tienes que unirlos todos. Solo imagina jalar cada hilo juntos y hacerlos converger en la punta de tu espada antes de liberarlo —instruyó Cedric.
Atticus asintió. «Suena bastante sencillo», pensó.
Aunque dijo y sintió eso, no era nada sencillo. Al intentar combinar los tajos, la combinación terminó explotando en su cara, causándole la muerte.
Reapareciendo e ignorando la risa de Cedric, Atticus reflexionó profundamente sobre qué había salido mal.