Anastasia se detuvo. Sus ojos se encontraron y por instinto supo que Darla sentía... ganas de asesinar. Sorprendida como nunca, contuvo la respiración y sus ojos se agrandaron. Aidan rodeó con su mano la nuca de Darla y la obligó a mirarlo.
Aliviada de que Aidan la estuviera ayudando, Anastasia cerró los ojos, se inclinó y tomó una profunda inhalación. Las flores rojas a su alrededor se tornaron rosas. Anastasia sintió como si inhalara... pasión.
Lo que no sabía era que el color de las flores se desprendía en forma de polvo y flotaba en el aire, girando a su alrededor antes de entrar en sus fosas nasales.
—¿Qué haces aquí? —llegó la voz de Kaizan desde atrás.