Lerrin
Todos contuvieron el aliento, observando al Segundo, sometido —en la tierra— ante su Alfa.
—¡Declaro mi lealtad al Rey! —gritó para que todos en el campamento oyeran. Lerrin los sintió tensarse, mirándolo, inconscientes de por qué tenía problemas con su Segundo. —¡No lo desafío!
¡Palabras baratas! —envió Lerrin a la mente de la manada—. ¡Palabras baratas de un egoísta, mentiroso y traidor!
Asta dudó, pero tragó y continuó. —Hay quienes me llamarían traidora, pero declaro por el Alfa. ¡No lo desafío!
Murmullos surgieron en la multitud alrededor de ellos y Lerrin gruñó.
—¡Todo lo que he hecho ha sido por la Manada! —gritó, su voz ronca y desesperada—. ¡Para ampliar nuestro alcance, para elevar a los lobos a su lugar adecuado!