—Se despertó antes que Elia y se obligó a dejarla dormir —gruñendo para sí mismo cuando ella solo se despertó al encenderse las lámparas. Cuando no tenían tiempo para hacer nada excepto prepararse para el desayuno.
Estaba ansioso, se dio cuenta, cuando besó su hombro y susurró buenos días, su estómago revuelto con la anticipación nerviosa mientras salían de la cama y se preparaban para enfrentar el día.
Quería advertirle lo que podría venir, cómo podría reaccionar la gente, no solo a sus compañeros elegidos, sino también a la reclamación. Pero ella estaba tan feliz. Lo besó y le dijo lo guapo que era antes de saltar de la cama, lo abrazó cuando él también se levantó, y bailó hacia el armario para encontrar su ropa. Cantaba en el baño y saltaba —¡saltaba!— en su camino a la cocina para beber agua antes de regresar a vestirse.
—Estás feliz esta mañana —él dijo, conteniendo su propia tensión porque no quería arruinar su humor.