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—¿A qué te dedicas, por cierto? —Emmelyn le preguntó a la mujer solo para iniciar una conversación. Después de estar sola tanto tiempo, realmente empezó a extrañar la conexión humana.
Su conversación con Elora, la posadera, u otras personas con las que se cruzaba en busca de información no era suficiente. También no podía hablarse a sí misma porque la gente pensaría que estaba loca.
Viendo lo audaz que era esta mujer, viajando y comiendo sola sin intentar disimular su apariencia, su piel bronceada y sana, y su actitud despreocupada, Emmelyn estaba interesada en conocer mejor a la mujer.
—¿Mi trabajo? —La mujer levantó la vista de su costilla de cerdo y sonrió con diversión—. No es para los débiles de corazón.
—Pruébame —dijo Emmelyn, cada vez más interesada. En ese momento, María llegó con una bandeja de comida y comenzó a servirles. Emmelyn le agradeció con la boca y tomó su pan para empezar a comerlo—. Creo que mi corazón es lo suficientemente fuerte.