—¿A dónde vas, Ratón? —preguntó él, con el corazón de ella latiendo con fuerza contra su pecho.
Incapaz de procesar las palabras correctamente, ella exclamó:
—Creo que ya terminé mi baño.
Él chasqueó la lengua al oír esto, el sonido resultó juguetón:
—¿De qué hablas? Solo acabas de meterte en el baño. Todavía tengo que lavarte. Respira, Ratón. No quiero que te desmayes encima de mí —le dijo al notar lo roja que se había puesto—, no querrás contarles a tus hijos o nietos cómo te desmayaste en la tina después de que apenas te toqué —la provocó.
—¿A-así era apenas tocar? —Ella podía sentir su mano cubriendo su pecho, sosteniéndolo de tal manera que le hacía perder el aliento. Sus dedos se movían, burlándose de ella mientras jugaban con su pecho.