Zhao Lifei se giró y se sorprendió al ver la ira en sus ojos. Brillaba como una llama, una de la cual no se apartaba. Parecía como si quisiera interrogarla ahí mismo sobre cómo y por qué tenía una pistola. Pero, ¿quién era él para importarle si ella tenía una o no? Ella sabía que él poseía la pistola XIX, lo cual era bastante inaudito en el país.
Fue la primera en romper su competencia de miradas y cuando lo hizo, notó algo extraño. Él estaba sentado en su cama, sin su chaqueta de traje ni corbata y con la camisa arrugada medio abierta, revelando parte de su pecho musculoso. Sus piernas aún estaban metidas bajo la misma manta con la que ella había estado envuelta previamente.
—¿Qué haces en mi cama? —frunció el ceño, mirando hacia abajo inconscientemente para asegurarse de que su ropa interior seguía intacta. Estaba aterrada de que algo pudiera haber pasado mientras estaba ebria.
—Estoy ordenando las mantas —mintió él, agarrando los extremos e intentando torpemente doblarlas.