—Qin Yicheng se sobresaltó por la pregunta de Qin Yan, pero por el bien de su hija dijo —Yan Yan, sería bueno si haces lo que dice tu madre, de otro modo la reputación de Muran se irá por el desagüe.
—Qin Yan miró a Qin Yicheng con decepción —¡Su reputación se irá por el desagüe! ¿Y qué hay de la mía? ¿Qué pensarán los profesores de mí? ¿No creerá todo el mundo que aproveché el triunfo de la escuela y apoyé a mi hermana incluso cuando está equivocada?
—No importa lo que pase, no pediré clemencia por Qin Muran. Ella tiene que asumir la responsabilidad de sus acciones y sus palabras. No cubriré por ella —dijo Qin Yan con firmeza y se dirigió a su habitación.
—¡Qin Yan! ¿Cómo te atreves a no obedecer a tus padres! ¡Maldita niña desagradecida! Déjame decirte, si no pides clemencia por Muran, entonces te echaré de mi casa! —se lamentó Lu Yaran.
—Qin Yan ignoró a Lu Yaran y fue a su habitación. Todavía podía oír a Lu Yaran regañando sin parar.