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—Entonces, ¿no sabes qué pasó después de que ella dejó tu lugar? —concluyó el rey.
—Lo único que sabía era que estaba asustada y preocupada por su bebé y huía de algo para proteger al niño, pero no me dijo los detalles exactos —respondió el médico mirando interrogativamente al rey—. ¿Hay algo que deba saber?
El rey Armen cerró los ojos mientras tomaba un aliento tembloroso. —Ellos… ellos maldijeron a mi pequeña hija, y todos estos años, he tenido que esconderla de ellos para mantenerla a salvo. Se le veía dolido mientras una línea de sus ojos cerrados se humedecía.
—¿Maldita? —exclamó sorprendido el viejo médico.