—¡AHORA! —grita Stone, mientras la pared se mueve bajo su mano.
Kat irrumpe, su mente ya zumbando con posibilidades antes de que su visión se aclare. Esto no es un entrenamiento. Y esto no es una pelea contra humanos. Será una pelea contra un mar interminable de ratas. Ella lo sabe, y encuentra una especie de paz extraña. Kat no tiene que preocuparse por contenerse o si esto es lo correcto. Ella se siente preparada mientras avanza a la carga.
A medida que empieza a caer el polvo, Kat levanta las manos, dándose cuenta de que no lleva sus abanicos. Luego, un instante después, se da cuenta de que está equivocada, sus abanicos descansan fácilmente en sus manos, listos para ser usados, aunque ella no sepa cómo deberían serlo.